La ganadería en México atraviesa una de sus crisis más profundas, con condiciones que amenazan su viabilidad económica. El incremento de los costos para mantener el hato ganadero, debido a la falta de agua y pasto, ha derivado en pérdida de peso y valor comercial de los animales, situación que pone en riesgo a miles de productores en el país.
“El costo de la carne al consumidor se mantiene elevado, pero los precios del ganado están deprimidos”, advirtió César Rafael Ocaña Romo, director de la consultora NexusAgronegocios. Mientras los mercados internacionales reportan precios históricos para el becerro mexicano de alta genética, los ganaderos del norte del país enfrentan un desplome de los precios locales, añadió.
Uno de los factores críticos ha sido la prolongada sequía, considerada la más severa en décadas, combinada con el cierre técnico de la frontera con Estados Unidos para la exportación de ganado vacuno, una medida vigente desde finales de 2024 tras la detección del gusano barrenador en la frontera sur. Esta restricción fue impuesta por la pérdida de confianza sanitaria en el hato nacional.
A pesar de esta situación, el gobierno federal optó por mantener abierta la frontera sur, con el argumento de evitar un alza en los precios de la carne para los consumidores. No obstante, esta decisión compromete el estatus zoosanitario del país y permite la propagación de la plaga, según el especialista.
“La paradoja de carne cara y precios del ganado bajos se agudiza cuando observamos que los precios de los granos básicos como maíz, trigo y sorgo, insumos clave para la engorda, están más de 50 % por debajo de sus niveles máximos de años previos”, puntualizó Ocaña Romo.
Los productores de granos, por su parte, también carecen de apoyos adecuados. Los programas actuales están diseñados para parcelas menores a 5 o 10 hectáreas y con techos de volumen limitados. Esto deja fuera a la producción a gran escala, que enfrenta problemas de rentabilidad acentuados por restricciones hídricas y el aumento continuo de las importaciones de granos.
“El que crea que esta situación no afectará el mercado, no está viendo a largo plazo”, alertó el consultor. Explicó que la industria engordadora no puede absorber ni pagar el valor real de los animales criados en el norte con la alta genética que demanda Estados Unidos. Esta desconexión entre oferta y demanda profundiza la caída de precios.
Además, Ocaña Romo señaló que la política de importación de ganado centroamericano a menor precio desincentiva la producción nacional y genera cuellos de botella en la comercialización. “Con la frontera norte cerrada, los ganaderos del norte pierden competitividad y enfrentan una tormenta perfecta: bajos precios, presión sanitaria, sequía prolongada y falta de apoyo institucional”.
La ganadería de cría, apuntó, es una actividad económica profundamente social y territorial, practicada por miles de productores en tierras marginales y traspatios. La exportación de becerros ha sido durante décadas una válvula económica que beneficia a toda la ganadería nacional, al establecer precios de referencia que permiten la subsistencia incluso de los pequeños productores. “Hoy, esta válvula está cerrada”, afirmó.
Aunque los estados del norte del país cumplen con protocolos sanitarios rigurosos, la falta de control en el sur ha deteriorado la confianza del mercado estadounidense. “La carne no se abarata permitiendo ganado de riesgo. Los ganaderos mexicanos suplen a la industria engordadora; la carne se encarecerá más si la plaga se disemina”, subrayó el director de NexusAgronegocios.
El inicio de la temporada de lluvias incrementa las condiciones propicias para la propagación del gusano barrenador, lo que obligará a reforzar las medidas de control sanitario, incrementando los costos y reduciendo el alcance, explicó.
De acuerdo con el informe “Análisis del Impacto Potencial del Gusano Barrenador en México” (SENASICA, 2021), entre 2000 y 2019 la diferencia de utilidad acumulada entre un escenario con y sin plaga fue de 358,102 millones de pesos. Esta cifra equivale a 4.8 veces el presupuesto anual de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) para 2025. El documento también proyecta una reducción del 23 % en la rentabilidad del sector ganadero y de su cadena de valor.
El especialista también denunció que la industria engordadora, concentrada en pocas empresas, recibe trato preferente para importar ganado y movilizarlo a lo largo del país. En contraste, miles de ganaderos carecen de herramientas de gestión de riesgo, financiamiento y soporte técnico. “No hay programas eficaces, extensionismo funcional ni mejoras en el uso del agostadero o del agua. En pleno siglo XXI, los pequeños ganaderos siguen viendo morir animales en los potreros, no por falta de tecnología, sino por ausencia de una política pública que los apoye y oriente a tomar mejores decisiones”, expresó.
Mientras tanto, “se habla de carne barata”, pero miles de productores sacrifican vientres, acumulan deudas y abandonan la actividad. “Las zonas libres y amortiguadoras existen solo en el papel: ganado del sur llega al norte a regiones libres de la plaga, a engordas autorizadas, cruzando líneas sanitarias y generando competencia desleal”, afirmó.
Actualmente, el mercado internacional de la carne mantiene una tendencia al alza. La industria engordadora altamente concentrada exporta más de 2,000 millones de dólares anuales, mientras que el sector primario apenas supera los 1,000 millones. “El impacto es nacional. Si México pierde su base ganadera por negligencia, el verdadero encarecimiento vendrá por desabasto estructural. Entonces, cuando se quiera carne barata, ya no habrá quién la produzca, y el país dependerá de precios impuestos desde afuera”, concluyó César Rafael Ocaña Romo.
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